Como otros regímenes totalitarios y fascistas, la palabra es un arma prohibida. Hoy en día, en algunos sitios, no nos cortan la cabeza por hablar... pero es posible que no falte mucho para que vuelva a ocurrir.
El régimen fascista del nacionalsocialismo alemán no toleraba ninguna disidencia. Escribir y difundir un manifiesto en contra de la guerra y de los crímenes generalizados, era considerado como causa suficiente para ser ejecutado.
Sophie Scholl, su hermano y un amigo de éstos, fueron detenidos por difundir unos panfletos en la Universidad. Sometidos a interrogatorio, a un juicio farsa y ejecutados en la guillotina...
El policía que interrogaba a Sophie le dice en un momento del interrogatorio: "no hay necesidad de hacer lo que hace...", entonces, ¿por qué lo hace? Sin dudarlo un instante, Sophie responde: "Por mi conciencia". "La ley se puede cambiar, la conciencia, no".
La dignidad de quien se enfrenta a una maquinaria criminal con sus palabras contrasta con la actitud agresiva del policía, y con la despreciable actitud de un juez, Roland Freisler, que convierte la justicia en una farsa en defensa de un sistema perverso y criminal que sólo tolera la sumisión y la colaboración sin fisuras.
Este es el Manifiesto que difundieron en la Universidad y que les costó la vida:
Texto del Sexto Volante distribuido por el movimiento de resistencia Rosa Blanca el 18 de febrero de 1943.
¡Compañeros, compañeras!
Conmocionado, nuestro pueblo ha tomado conocimiento de la muerte de nuestros hombres en Estalingrado. La genial estrategia del gran cabo de la guerra mundial ha lanzado a trescientos treinta mil alemanes a la muerte y a la destrucción sin ningún sentido y en forma totalmente irresponsable. ¡¡¡Gracias, Führer!!! Entre el pueblo alemán crece la agitación: ¿vamos a seguir confiando el destino de nuestro ejército a un diletante? ¿Vamos a sacrificar el resto de la juventud alemana a los bajos instintos de poder de un grupo partidario? ¡Jamás! Ha llegado el día de saldar las cuentas, las cuentas de nuestra juventud alemana con la tiranía más vil que nuestro pueblo jamás soportó. En nombre de la juventud alemana reclamamos al Estado de Adolf Hitler que nos devuelva la libertad personal, el bien más preciado de los alemanes, que nos ha sido arrebatado de la forma más vil. Hemos crecido en un Estado que nos ha privado de toda posibilidad de manifestar nuestra opinión. Durante los años más fructíferos de nuestras vidas las Juventudes Hitlerianas, la SA, y la SS han intentado uniformarnos, revolucionarnos, narcotizarnos. “Entrenamiento ideológico” se llamaba el despreciable método de asfixiar todo atisbo de pensamiento y valoración independientes, sumiéndonos en una espesa niebla de frases huecas. Una selección de dirigentes, imposible de imaginar más diabólica y estúpida al mismo tiempo, educa en sus academias a futuros caciques partidarios, explotadores y asesinos impíos, sinvergüenzas y siniestros, adiestrados en un ciego y estúpido seguimiento al Führer. Nosotros, supuestos “trabajadores del espíritu” apenas serviríamos como recaderos de esta nueva generación de dirigentes. Supuestos dirigentes estudiantiles, aprendices de futuros jefes distritales, se atreven a reprender a soldados que luchan con sus vidas en el frente, cual si fueran colegiales. Con chistes obscenos, jefes distritales ensucian el honor de las estudiantes. En la Universidad de Munich, las estudiantes alemanas han sabido dar una respuesta respetable a la ofensa de su dignidad; estudiantes alemanes han defendido el honor de sus compañeras. Ha llegado la hora de luchar por nuestra libertad y autodeterminación sin la cual no es posible crear valores espirituales. Nuestro agradecimiento es para con nuestros valientes compañeros y compañeras que han sabido iluminarnos con su actitud ejemplar. Para nosotros sólo existe una consigna: luchar contra el partido. Salir de los cuadros partidarios en los que se nos quiere seguir silenciando políticamente. Salir de las aulas de los oficiales y suboficiales de la SS y de quienes se arrastran ante el partido. Nos importa la ciencia verdadera y la genuina libertad del espíritu. No habrá amenaza que nos haga retroceder. Tampoco lo conseguirá el cierre de nuestras universidades. Se trata de la lucha de cada uno de nosotros por nuestro futuro, por nuestra libertad y por nuestro honor en un Estado consciente de su responsabilidad moral. ¡Libertad y honor! Durante diez largos años Hitler y sus consortes han vaciado hasta la repugnancia las dos palabras alemanas más preciadas, las han tergiversado, vulgarizado como solo son capaces de hacerlo diletantes que tiran por la borda los supremos valores de una nación. Lo que les vale la libertad y le honor lo han demostrado más que suficiente en diez años de destrucción de toda libertad material y espiritual, de todas las sustancias morales en el pueblo alemán. El terrible baño de sangre que han generado y a diario siguen generando en nombre de la libertad y del honor de la nación alemana en toda Europa, el ha abierto los ojos hasta al alemán más necio. El nombre alemán quedará deshonrado para siempre si la juventud alemana no se levanta por fin, escarmienta y purga al mismo tiempo, destruye a sus verdugos y alza una nueva Europa espiritual.
¡Estudiantes! El pueblo alemán dirige su mirada hacia nosotros. Al igual que en 1813 cuando esperaba que se quebrara lo napoleónico, espera en 1943 que sepamos quebrar el terror nacionalsocialista desde el poder del espíritu. Desde las llamas de Beresina y Estalingrado los muertos nos convocan.
Nuestro pueblo se alza contra la esclavización de Europa a manos del nacionalsocialismo en una nueva irrupción de libertad y honor.
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