"Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos."
Julio Cortazar, Rayuela, capítulo 73.
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viernes, 13 de diciembre de 2013

Juicio en Nuremberg


Personas normales, incluso inteligentes y hasta algunos excepcionales. Gentes de una moralidad sin tacha, buenas personas, amables, cariñosas, sin odio, bien educadas. Personas a las que incluso admiramos por su valía y sus capacidades de todo tipo. Sin embargo, estas gentes, en determinadas circunstancias pueden engañarse a sí mismas hasta el punto de colaborar en crímenes espantosos, y hasta cometerlos directamente. Estas personas podríamos ser cualquiera de nosotros.



Un régimen político criminal se sirve de sus súbditos, de la misma forma que cualquier otro régimen político. El crimen a gran escala es posible porque existen súbditos dóciles, obedientes, fieles, leales, trabajadores; en resumen, súbditos llenos de virtudes públicamente admiradas por todo el mundo, que trabajan para la legalidad vigente; y porque existen buenas personas, también virtuosas,  que, aún sospechando de la inmoralidad de la legalidad vigente, se someten a ella y cierran los ojos para sobrevivir.


El hecho de que esto ocurra también en otros lugares, de que Winston Churchill manifestara en 1938 su admiración por Hitler, que en el Estado de Virginia (USA) se encontrase legalizada la esterilización de "débiles mentales" y delincuentes... El hecho de que Estados Unidos cometa crímenes atroces en Iraq, mantenga a prisioneros en situaciones inhumanas en Guantánamo, mate civiles con drones... El hecho de que lanzaran las bombas atómicas contra población civil... El hecho de los bombardeos criminales contra la población civil alemana en ciudades como Hamburgo, Dresde y tantas otras... Todo esto no justifica los crímenes cometidos por quienes en un momento dado les toca sentarse en el banquillo de los acusados. El hecho de que todos sean culpables, de que todos seamos culpables, no es suficiente para convertir en inocente a nadie.


Pero lo que ocurre es que en el banquillo de los acusados sólo se sientan los vencidos. A los vencedores no los juzga nadie.