Fantástica adaptación al cine de la estupenda obra teatral, del mismo título, de György Tabori.
Asistimos a la representación de una alegoría en la que, a través de una época de la vida del joven Adolf Hitler, revivimos la historia de unos años que fueron terribles para millones de seres humanos y que han marcado a muchos millones más.
Asistimos a una farsa tan real como lo que, a pesar de parecer irreal, no fue una farsa, sino una auténtica catástrofe. El joven Adolf, un huérfano prematuro, escapa de una infancia difícil, en la que fue maltratado y vilipendiado. Llega a Viena sin dinero, para ser también vilipendiado, despreciado y maltratado.
El joven Adolf Hitler es una víctima que se hace una coraza que le protege. Una coraza hecha de arrogancia, de soberbia, de superioridad y de desprecio hacia quienes la sociedad dirige sus desprecios... Una coraza que le protege, que esconde sus debilidades, sus sufrimientos, su nulidad... y que le hace sentirse algo, alguien. Se siente alguien siendo superior a otros, despreciándolos, maltratándolos y vilipendiándolos...
Un viejo judío le acoge como si fuera un hijo y le disculpa porque tan solo "es joven y un poco bruto". Un viejo que tiene esperanza en que todo lo que ve no sea más que una locura pasajera, que todo se arreglará, porque no es natural que sea así. Tiene esperanza, porque "la vida es esperanza".
Un viejo judío al que el joven Adolf Hitler desprecia, escupe, denuncia... "porque es judío" y no es más que un gusano. Un viejo judío que sigue cuidando de él a pesar de todo y que incluso trata de salvarle de la muerte alegóricamente.
Un viejo que escribe un libro al que decide titular "Mi lucha" (Mein Kampf)... porque es su forma de luchar contra la muerte, porque contra la muerte, "gana el amor"... y porque "la alegría del hombre, es la alegría de Dios... en pequeñas dosis..."