Ada, o el ardor, de Nabimir Vladokov, en un mundo en el que amanece todos los días, que no es poco...
Un mundo en el que amanece cada día... en el que cada día se inicia con la aplaudidísima celebración de la misa y en el que el maestro canta sus lecciones con el coro de niños... en el que los hombres crecen en los bancales si se les riega con agua bendita... en el que las ingles son estudiadas con detalle... en el que la asamblea de mujeres confecciona estadísticas sobre las penetraciones satisfactorias... en el que ciertos coitos producen resultados abundantes y sorprendentes...
Un mundo que sirve de ejemplo a la juventud americana, a los futuros líderes del poder omnímodo... porque es un mundo pequeño, pero grande al mismo tiempo, que participa del espíritu de la globalidad aproximadamente absoluta...
Un mundo que ha producido cientos y cientos, miles y miles, de textos sobre él... textos en los que no se dice nada interesante, ni trascendente... porque... ¿para qué?
Un mundo que ha dado lugar a centros de interpretación, rutas guiadas, celebraciones variopintas... y hasta a una nueva religión, secta, corriente científica, o lo que sea... la de los "amanecistas".
Pero, también, un mundo en el que ocurre lo de siempre, ganan los de siempre, mandan los de siempre... todo es como siempre, aunque sea lo nunca visto... hay que elegirlo todo, hacer asambleas, poner bibliotecas en el cuartel... total un "Sindiós" que ya no se puede aguantar... y para eso está la guardiacivil... para acabar con el "sindiós"...