"Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos."
Julio Cortazar, Rayuela, capítulo 73.
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martes, 28 de enero de 2014

pena y piedad


Le chagrin et la pitié
Tristeza y piedad...

Una película-documental larga y densa, pero sobre todo de magnífica factura. Esta película, que dura alrededor de cuatro horas largas, es un ejemplo de cómo se hace un buen documental. No pretende ser objetiva, pero tampoco pretende mostrar un solo punto de vista. No le bastan las preguntas y las respuestas, ni los extractos de filmaciones de la época. Los primeros planos de algunos de los que protagonizaron aquellos difíciles años de la historia europea, más concretamente de la historia de Francia, hablan por sí solos. Las miradas que se enfrentan a la cámara, o que la rehuyen mientras tragan saliva, dicen tanto como las palabras pronunciadas...


Los protagonistas son casi siempre hombres. No hay casi mujeres... pero algunas de las mujeres que aparecen en esta película lo hacen ocupando el lugar que les corresponde en un mundo de hombres, haciendo el papel de protagonistas desde un segundo plano. Mujeres que intuyen la carga de profundidad de las preguntas, que se nota en su cara que han comprendido la encerrona que les está preparando el entrevistador mucho antes que los hombres encargados de responderlas.


 Durante mucho tiempo el silencio y la ocultación, el disfraz interesado de algunos acontecimientos, las interpretaciones interesadas de otros, la manipulación de muchos otros... fueron la única forma de la memoria francesa de aquellos años en los que la colaboración con el nazismo fue en muchos casos más que colaboración, en que la resistencia existió, pero no tanto... en que no todo era tan sencillo como algunos todavía quieren creer y quieren que creamos.


La película de Marcel Ophüls rompía en 1969 con el silencio, con los lugares comunes, con la visión políticamente correcta; y enfrentaba a los franceses con la necesidad de hacer memoria, de asumir responsabilidades y de encarar el futuro sin esconder el pasado.


Francia no parecía estar preparada todavía para este ejercicio de sinceridad y la película encontró muchas dificultades para su exhibición.


Woody Allen, en su gran película "Annie Hall" hace un despliegue de referencias a hitos clave de la intelectualidad neoyorkina de los años 70. Entre ellos, junto a las apariciones de Marshall McLuhan y de Truman Capote, figuran la película "Face to Face" de Ingmar Bergman y "Le chagrin et la pitié" de Marcel Ophüls que es reiteradamente mencionada a la largo de la película.

domingo, 19 de enero de 2014

Sometimes in April


Todos los años en abril vuelve a llover...

Todos los años, todos los meses, todos los días... llueve sobre mojado... los tentáculos de la propaganda oficial llegan a todas partes y por todos los medios. El cine es uno de ellos y no de los menos importantes, aunque no tanto como la televisión...

Una película bien hecha... bastante bien hecha... No es tan plana como otras... hay resquicios por los que se cuelan algunos malos que hacen cosas buenas... los malos no siempre son malos absolutos... menos mal.

Sin embargo es una más de las películas que nos cuentan la versión oficial. No sólo nos cuentan la versión oficial... instalan en nuestras mentes, en nuestras creencias, los esquemas para que veamos el mundo como quieren que lo veamos.

Los textos que siguen han sido copiados de un espléndido artículo de Jaume Peris Blanes titulado "Ruanda y Occidente: de la instrumentalización del genocidio como arma política".

"Tanto Kagame como sus voceros en Occidente han tratado de trazar paralelismos constantes entre el exterminio de los judíos y el de los tutsis, y han hablado de la necesidad de erigir una memoria activa similar en ambos casos. Siguiendo una estrategia similar a la de Israel, tachan de negacionista a cualquiera que ose criticar la política de la Ruanda actual y de denunciar su política invasiva, deshumanizada y genocida frente a otras poblaciones. De igual modo que el gobierno israelí, el gobierno ruandés ha instrumentalizado la memoria de la masacre para legitimar su propio ejercicio de la violencia, que se parece de forma siniestra a aquel que se empeña en recordar."

"En la última década, múltiples ensayos, novelas y películas han tratado el caso del genocidio ruandés, otorgándole una visibilidad realmente sorprendente con respecto a otros conflictos africanos. Películas como Hotel Rwanda (2004), Shooting dogs (2005) o Shake hands with the devil (2004), así como múltiples documentales televisivos y cinematográficos popularizaron una versión de los hechos que, en sus rasgos mayores, habían construido las agencias de prensa occidentales unos años antes, y cuya fuerza simbólica residía en inscribir el conflicto de Ruanda en la retórica de la memoria del horror que con tanta fuerza se había instalado en los medios de comunicación occidentales desde los años noventa, y que había tenido como referente fundamental el exterminio de los judíos en los campos de concentración nazis."

"La conceptualización del genocidio ruandés como el resultado de un conflicto étnico permite inscribirlo en un espacio magmático y en teoría ajeno a la comprensión de los ciudadanos occidentales. Esta conceptualización, lejos de ser inocente, produce efectos de largo alcance: como suponemos que los africanos se masacran entre ellos
desde siempre por razones étnicas incomprensibles para los blancos, el genocidio ruandés sería un episodio inevitable, casi normal entre ellos, en el que los occidentales no tienen nada que ver
."

"La idea de que el único „pecado‟ de los países occidentales en Ruanda fue no intervenir militarmente cuando se estaba a tiempo de evitar la matanza es rigurosamente falsa. Por una parte, propone la idea de que los salvajes ruandeses hubieran podido ser salvados de ellos mismos por los civilizados occidentales, pero nuestra pasividad burocrática lo impidió: es un mensaje implícito para legitimar futuras intervenciones militares en conflictos de todo el mundo. Por otra parte, trata de ocultar la profunda imbricación del genocidio ruandés con las luchas de poder de potencias occidentales y con el proceso de implantación en África del capitalismo global."

"Además, y en otro orden de cosas, el genocidio de 1994 fue financiado, por lo menos en parte, con el dinero sacado de programas de ayuda internacionales, tales como la financiación proporcionada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional bajo un Programa de Ajuste Estructural. Se estima que se gastaron 134 millones de dólares en la preparación del genocidio camuflando la adquisición de machetes con excusas agrícolas."

"La idea de que Kagame y el Frente Patriótico de Ruanda fueron quienes pusieron fin al genocidio de tutsis es cierta, pero del mismo modo que ambos son responsables de matanzas de cientos de miles de hutus en su avance hacia Kigali, en 1994, y de haber desencadenado las dos guerras del Congo. La segunda Guerra del Congo, también conocida como la Guerra Mundial Africana o la Guerra del Coltán (1998-2003) costó la vida a unos 4 millones de personas: nadie duda de que Kagame es uno de sus máximos responsables. Por ello, convertir a los tutsis ruandeses en las únicas víctimas del conflicto y a Kagame en su liberador constituye no sólo un error histórico, sino una cortina de humo destinada a legitimar la intervención militar ruandesa en el Congo con el beneplácito de las grandes empresas occidentales que se han lucrado con esa guerra y con sus millones de muertes.
La vinculación entre Kagame y los Estados Unidos venía de lejos. Con solo 4 años de edad, Kagame fue uno de los 160 000 tutsis que tuvieron que salir de Ruanda en 1959 tras la revuelta que dio por primera vez el poder a los hutus. Creció en Uganda, donde luchó con la guerrilla que derrocó a Milton Obote, dirigida por el actual presidente Yuweri Museveni. Con el derrocamiento de Obote y la llegada de Museveni al poder, los tutsis ruandeses que habían participado en la guerrilla fueron apoyados por el nuevo gobierno ugandés para crear el Frente Patriótico de Ruanda (1985), con la intención no disimulada de retomar militarmente Ruanda treinta años después de su expulsión y devolver la hegemonía perdida a los tutsis
."

etc.. etc...

En esta película, en cambio, lo que vemos es otra cosa... es lo que quieren que veamos... Estados Unidos no intervino cuando debería haber intervenido... lo que no nos cuentan es que Estados Unidos no intervino para parar las masacres porque eran ellos quienes las habían desatado... En la película se puede ver cómo los soldados del FPR llegan como salvadores, tomando con brazos amorosos a un niño abandonado en un pantano, mientras la música de fondo hace que parezcan todavía más angelicales... Pero no nos muestran las crueldades de las que se valieron los soldados del FPR... las únicas crueldades eran las del ejército gubernamental y las de las hordas de salvajes "hutus"...

"las políticas de memoria que han hecho del genocidio ruandés de 1994 un Holocausto africano y que han movilizado la industria de la cultura global para golpear la conciencia occidental con él" sirven a los intereses de los paises del mundo rico y de las grandes multinacionales desviando la atención de lo que ocurre en el Congo desde 1996... "La potencia simbólica que ha ganado el genocidio del 94 en la imaginación occidental ha servido para legitimar la presencia de Kagame y los suyos (las víctimas del genocidio) en otros territorios (el Congo) y su vinculación con empresas estadounidenses y europeas que se benefician y financian el pillaje de recursos que estos realizan. En última instancia, las políticas de memoria sobre el genocidio tratan de ocultar la responsabilidad de empresas como Alcatel, Compaq, Dell, Ericsson, HP, IBM, Lucent, Motorola, Nokia, Siemens, AMD, AVX, Epcos, Hitachi, Intel, Kemet, NEC, involucradas activamente en el expolio del coltán en el Congo y, por tanto, responsables económicos de un conflicto que ha costado más de cuatro millones de muertos, miles de mujeres violadas y, cientos de miles de desplazados y toda una región devorada por una violencia."


sábado, 18 de enero de 2014

Propaganda oficial


"Hotel Rwanda" y "Shooting Dogs" son dos películas que insisten en recordarnos la historia oficial de los trágicos acontecimientos que tuvieron lugar en Rwanda en 1994.

"Hotel Rwanda", la más propagandística de las dos, recuerda a otra película de propaganda oficial: "El Cónsul Perlasca". En esta última cuentan la historia de un italiano, fascista además, que se se dedica con la pasión de la bondad de libro a salvar judíos de los criminales inhumanos nazis. "Hotel Rwanda" cuenta una historia parecida. En este caso es un miembro de la "etnia" hutu, muy occidentalizado y acomodado, quien se dedica a salvar tutsis de las garras de los sanguinarios hutus que según la propaganda oficial cometieron uno de los mayores genocidios del siglo XX.

La propaganda oficial, tal como se espera de una buena propaganda, simplifica los acontecimientos al máximo y los resume como un genocidio en el que hay buenos y malos, víctimas y verdugos. Según la propaganda oficial inculcada en las mentes de todos desde hace veinte años y que ha dado lugar a numerosas películas, libros, artículos, documentales y programas televisivos en todos los países occidentales, en 1994, durante 100 días, en Rwanda, pequeño país africano en la región de los Grandes Lagos, se cometió un genocidio en el que una "etnia" se dedicó de forma sistemática a exterminar a los miembros de otra "etnia". La "etnia" asesina y sanguinaria es la de los hutus y la "etnia" que supuestamente se trató de exterminar es la de los tutsis. El resultado fue, siempre según la propaganda oficial, que casi un millón de tutsis (la cifra que suelen utilizar es la de 800.000 víctimas) fueron masacrados salvajemente a machetazos por los hutus. También según la propaganda oficial, la matanza terminó cuando llegaron los salvadores de Rwanda: los tutsis del FPR (Frente Patriótico Rwandés) que derrocaron al gobierno legítimo de mayoría hutu para establecerse en el poder, en el que todavía continúan hoy, veinte años después.

Sin embargo, las cosas nunca son tan sencillas. Para empezar los hutus y los tutsis son son dos etnias. Y si en la actualidad se consideran como tales, se trataría en todo caso de dos etnias "fabricadas" por los colonizadores belgas, quienes, imbuidos de un racismo científico, clasificaron a la población de sus colonias en dos grupos étnicos diferenciados, cuando en realidad sólo les diferenciaba su papel en la jerarquía social. Los tutsis constituían una minoría (alrededor del 10% de la población de Rwanda) dirigente, mientras que los hutus, el 90% de la población, conocían una larga historia de sometimiento. Los colonizadores buscaron favorecer a los tutsis con el fin de facilitar el mantenimiento del control de la población.

Tras la independencia, al abolirse el viejo reino tutsi, se constituyó una república que fue gobernada por el grupo mayoritario hutu. Muchos siglos de dominación tutsi habían alimentado los rencores contra los miembros de esta "etnia" y fueron muchos los tutsis que abandonaron Rwanda para refugiarse en la vecina Uganda en donde, con apoyo occidental, se organizó el FPR (Frente Patriótico Ruandés).

Lo que después se ha llamado el "genocidio ruandés" de 1994, no es sino el resultado de un plan diseñado por las potencias occidentales y por las grandes multinacionales interesadas en los recursos naturales del Congo.

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miércoles, 8 de enero de 2014

El cónsul Perlasca: la escenificación del bien



 Si el mal es banal, es decir, algo tremendamente común, el bien no lo es tanto. El bien es un ideal, una aspiración, pero cuando se escenifica como se hace en esta película, penosa en todos los aspectos, es un medio más de contaminación de las mentes por medio de la simplificación que mutila la realidad histórica, siempre ambigua y plagada de matices y de claroscuros, reduciéndola a las tranquilizadoras dicotomías del maniqueísmo.


El bien se convierte en buenismo y el mal en una perversión absoluta. Unos son buenos y nunca pueden ser malos, mientras que otros son malos por naturaleza e incluso, tal como se hace en esta película, se definen a sí mismos como malos absolutos.

Se da la circunstancia, además, que en esta película los buenos son un fascista italiano y un fascista español... los nazis, tan fascistas como ellos, sin embargo, no tienen salvación posible, son lo peor de lo peor... escoria, basura inmunda...

Por otra parte... la película está muy mal hecha... probablemente seas la forma de obtener mayor audiencia y éxito entre un público cada vez más adocenado que lo que quiere es divertirse un rato mientras ve en la pantalla crímenes horrendos perpetrados por los malos a los que se enfrentan los buenos para evitarlos.
"Es infinitamente más fácil tomar posición en favor o en contra de una idea, un valor, una persona, una institución o una situación, que analizar lo que es en realidad, en toda su complejidad." (Pierre Bourdieu)


martes, 7 de enero de 2014

Blue Cristine

Blue Jasmine, un tranvía llamado dinero



Woody Allen recupera la fuerza de sus mejores películas con esta "Blue Jasmine" que recuerda tanto a "Un tranvía llamado deseo", aunque aquí el deseo es poder, orgullo, dinero... sobre todo dinero, al precio que sea...


Woody Allen se muestra extremadamente ácido (le pone muchas "filigranas" de limón) y cruel con su protagonista, a la que destroza hasta el último momento de la película, merecídamente, por supuesto...


Igual no es la mejor película de Woody Allen, pero es de las mejores...

Y además... recuerda tanto a la historia de la infantita y el Urdangarin... Jasmine termina siendo víctima de su propia venganza... cómo terminará Cristine?

miércoles, 1 de enero de 2014

El gran dictador


¡Mira a lo alto, Hannah! ¡Mira a lo alto!

El pensamiento único impone unos malvados únicos. Desde la victoria aliada en 1945, el régimen criminal del III Reich se convirtió en la imagen del MAL. Poco después este MAL con mayúsculas fue compartido por el régimen, también criminal, de la Unión Soviética de Stalin. Pero en 1940, cuando se estrenó la película de Charles Chaplin, eran muy pocos los que consideraban malvado y criminal el régimen impuesto por Hitler y sus secuaces.

La película "The Great Dictator" fue estrenada en octubre de 1940. Cuando se estaba rodando la película, todavía ni siquiera había comenzado la guerra, pero ya se veía venir lo que pasaría poco después. Al menos, algunas personas, como Charles Chaplin, veían claramente lo que se avecinaba. En cambio, la mayoría bienpensante, los gobernantes de los países libres y democráticos, la Iglesia Católica, los organismos internacionales... no veían nada o no querían ver... No sólo no querían ver, sino que se esforzaron por ocultarlo. Los mismos que en 1945 se rasgaron las vestiduras y organizaron la venganza de los vencedores con los juicios de Nuremberg, exactamente las mismas personas y las mismas organizaciones y estados, cinco años antes, cuando todavía se podía haber hecho algo para evitar uno de los mayores -aunque no el único- desastres de la humanidad, no sólo no hicieron nada, sino que alentaban al dictador.

Odio, venganza, intolerancia, hipocresía, mentira... estos son los auténticos valores de quienes imponen sus normas, de quienes organizan los Estados y sus ejércitos, de políticos y banqueros que organizan el mundo. Odio, venganza, intolerancia, desprecio por la vida, estos son los criterios por los que se rigen, aunque a nosotros nos hablen de libertad, de democracia, de paz, de seguridad...

Charles Chaplin se quedó solo en la denuncia. Quiso abrir los ojos, advertir de lo que estaba pasando y de lo que iba a pasar, pero fueron muy pocos quienes quisieron escucharle.

La película de Chaplin fue prohibida en varios Estados de los Estados Unidos y de Europa. En España no pudo ser estrenada hasta 1976, después de morir el "gran dictador" local. En Estados Unidos, Charles Chaplin hubo de comparecer en 1941 ante una comisión del Senadopara dar explicaciones sobre su película.

Ninguna productora estadounidense invirtió en el filme, que comenzó a rodarse en 1938, sufragado íntegramente por Chaplin. Durante el rodaje, Alemania invadió Austria, más tarde a Polonia y, en 1939, comenzó la Segunda Guerra Mundial. Randolph Hearst, el famoso magnate de las comunicaciones, atacó la película, pues la consideró antinorteamericana por tomar partido frente a Alemania y, de ese modo, romper la neutralidad de la nación. Como era de esperarse, hizo todo lo posible por evitar su exhibición. La embajada alemana en Estados Unidos presentó su protesta oficial ante el gobierno norteamericano por la exhibición del filme y amenazó con prohibir la proyección de películas estadounidenses en su país si El gran dictador llegaba hasta las salas de cine. En aquellos días, Charles Chaplin dijo que si se le cerraban todos los cines él construiría uno para exhibir su película. Por suerte, esto no fue necesario y El gran dictador se estrenó en los teatros Astor y Capitol de Nueva York el 15 de octubre de 1940, coincidiendo con la entrada en París de las tropas nazis. Por desgracia, se confirmaron los augurios de la cinta cinematográfica con un rigor casi documental.

Chaplin abordó el tema como mejor sabía hacerlo, con un humor ácido, plagado de símbolos. Antes de que comenzasen a funcionar las cámaras de gas que utilizaron los nazis en su plan de exterminio de las supuestas razas inferiores y de los disidentes, y que los vencedores han querido convertir en el paradigma del mal, Chaplin ya hablaba en su película de la utilización de gas para matar.

Un barbero judío, soldado en la guerra del 14, y el dictador Hynkel, de pura raza aria y exterminador de judíos, son simbólicamente interpretados por el mismo Chaplin, quien irónicamente nos advierte al comienzo de la película que todo parecido entre ambos es mera coincidencia. Es probablemente el símbolo más significativo de toda la película y que sirve para facilitar la suplantación que permite el discurso con el que termina la película. El judío, con el mismo aspecto físico que el ario, lanza un mensaje de esperanza a las masas congregadas para escuchar a su lider:

“Lo siento; pero yo no quiero ser emperador. Ése no es mi oficio. No quiero gobernar ni conquistar a nadie. Sino ayudar a todos, si fuera posible; judíos y gentiles, blancos o negros. Tenemos que ayudarnos unos a otros. Los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos. La buena tierra es rica, y puede alimentar a todos los seres.

El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas. Ha levantado barreras de odio; nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin esas cualidades, la vida será violenta y se perderá todo.

Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de esos inventos exige bondad humana; exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros. Ahora mismo mi voz llega a millones de personas en todo el mundo; a millones de desesperados , hombres, mujeres, niños; víctimas de un sistema que hace torturar seres humanos y encarcelar a seres inocentes. A los que pueden oírme les digo: “¡No desesperéis!” La desdicha que ha caído sobre nosotros no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen el verdadero avance del progreso humano. Los hombres que odian desaparecerán y caerán los dictadores; el poder que le arrebataron al pueblo ha de retornar al pueblo. Y así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá.

¡Soldados! ¡No os rindáis a esos hombres que en realidad os desprecian y os esclavizan, que reglamentan vuestras vidas y os dicen lo que tenéis que hacer, que pensar y que sentir! ¡Que os comen el cerebro, que os tratan como a ganado y que os utilizan como carne de cañón! No os entreguéis a esos individuos inhumanos, hombres máquina que tienen máquinas en su cerebro y en su corazón! ¡Vosotros no sois máquinas! ¿No sois ganado! ¡Sois hombres! ¡Y con el amor de la humanidad en vuestros corazones! ¡No al odio! ¡Sólo odian los que no pueden amar y los inhumanos!

¡Soldados! ¡No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad! En el capítulo diecisiete de San Lucas se lee: “El Reino de Dios está dentro del hombre.” No de un solo hombre o de un grupo de hombres, sino de todos los hombres. Está en vosotros. ¡Vosotros, el pueblo, tenéis el poder, el poder de crear máquinas! ¡El poder de crear felicidad! Vosotros, el pueblo, tenéis el poder de hacer esta vida libre y hermosa; de convertirla en una maravillosa aventura. ¡En nombre de la democracia, utilicemos ese poder, actuando todos unidos! Luchemos por un mundo nuevo; un mundo justo que a todos asegure la oportunidad de trabajo, que dé futuro a los jóvenes y protección a los viejos.

Con la promesa de tales cosas es como esas fieras han escalado al poder. Pero, ¡sólo engañan y mienten! ¡No cumplen lo que prometen! ¡Jamás lo cumplirán! Los Dictadores se hacen libres ellos, sin embargo esclavizan al pueblo. ¡Luchemos ahora nosotros para hacer realidad lo prometido; todos a luchar por la libertad del mundo entero, para derribar barreras, para derribar la ambición, el odio y la intolerancia! ¡Luchemos por el mundo de la razón, un mundo en que la ciencia y el progreso auténtico nos conduzcan a todos a la felicidad! ¡Soldados, en nombre de la democracia, debemos unirnos todos!

Hannah, ¿puedes oírme? Dondequiera que estés, ¡mira a lo alto, Hannah! ¡Las nubes se alejan! El sol está apareciendo. Vamos saliendo de las tinieblas hacia la luz. ¡Caminamos hacia un mundo nuevo, un mundo de bondad, en el que los hombres se elevarán por encima del odio, de la ambición, de la brutalidad! ¡Mira a lo alto, Hannah! ¡Al alma del hombre le han sido dadas alas y, al fin, esta empezando a volar! ¡Esta volando hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza, hacia el futuro! ¡Un glorioso futuro que te pertenece a ti, a mi, a todos!

¡Mira a lo alto, Hannah! ¡Mira a lo alto!”

 ABC, 16 de septiembre de 1941

La Vanguardia, 27 de enero de 1946
Crítica sobre el estreno en Lisboa